U.S.A. y yo by Miguel Delibes

U.S.A. y yo by Miguel Delibes

autor:Miguel Delibes [Delibes, Miguel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2010-01-01T00:00:00+00:00


XIX. La educación

Una vez en el terreno del niño, bueno será dedicarle unas líneas a la educación americana fuera del hogar. En este punto, lo que primero se advierte es el sentido práctico de los centros educativos yanquis a partir de la escuela primaria. Estos señores, en lugar de hablarles una y otra vez a los pequeños de máquinas, sistemas o problemas, les colocan ante la máquina, el sistema o el problema; esto es, establecen el contacto directo, porque creen —y hacen bien— en el realismo de la enseñanza y en su eficacia.

Pero a juzgar por los cohetes, satélites, premios Nobel y otros indicios progresivos —no siempre tranquilizadores— con que este país nos abruma, el lector puede llegar a pensar que nos hallamos ante un pueblo de superdotados, ante unos cerebros fuera de serie que hacen las cosas más grandes con el más pequeño esfuerzo. Alto ahí. Partir de esa base pudiera resultar muy socorrido para algunos, para encubrir ciertas indolencias e inhibiciones, pero sería partir de una base inexacta. El niño americano que concluye la escuela primaria sabe menos cosas que el español en su circunstancia, pero aunque sus ideas sean menos, son, sin discusión, mucho más claras. Otro tanto cabe decir de los alumnos que concluyen el bachillerato —o su equivalente aquí— y aun de los licenciados. (Hablo, naturalmente, del término medio.) Esto significa que la diferencia en punto a resultados no estriba en las cincunvoluciones cerebrales de los niños yanquis ni en la formación de sus maestros. Y si ni una ni otra cosa justifican la diferencia, no habrá más remedio que ir pensando que, si la ciencia y la técnica progresan más deprisa en América que en España, será porque el sistema de enseñanza es mejor y los medios instrumentados para aplicarla infinitamente más abundantes.

Pero vayamos por partes. Por lo pronto, USA ha establecido la obligatoriedad de la enseñanza —salvo en contados Estados del Sur— hasta los dieciséis años. Esto supone que todo ciudadano americano —negro o blanco, amarillo o cobrizo— tiene que pasar por la escuela primaria y por la High School. Luego, en principio, todo americano es disparado. Que luego alcance metas más o menos altas, más o menos brillantes, depende de una serie de factores que procuraremos ir anotando. Por el momento es confortador observar que aun en las zonas campesinas más despobladas, los típicos autobuses amarillos que acarrean niños a las escuelas nunca faltan. El aislamiento no es óbice para la instrucción. Hay que ir a la escuela pero, como no se pueden pedir imposibles, ahí tiene usted un autobús que le recogerá en su casa a las nueve de la mañana y le devolverá a ella unas horas más tarde. (Por sabido, el niño americano, en la calle, continúa siendo el rey. Cuando el School Bus se detiene en la carretera, todos los coches se detienen detrás. Cuando los niños salen de las escuelas en las ciudades, un niño —a veces la misma maestra— con una paleta de señales en la mano regulará la circulación.



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